HIPNOSIS Y ANOREXIA

 

La anorexia nerviosa, junto con la bulimia, es un trastorno psicogénico de la alimentación que se caracteriza por una restricción de la ingesta alimentaria, lo que da lugar a una considerable pérdida de peso que se mantiene por debajo del mínimo deseable para la edad, sexo o el desarrollo evolutivo de cada paciente, hasta llegar en ocasiones a un estado de grave desnutrición. La anorexia nerviosa es una enfermedad y no debe ser confundido con el síntoma de anorexia que se define como pérdida del apetito. La anorexia y los trastornos de la alimentación en general, son una verdadera emergencia de salud en los países occidentales industrializados y, según muchos autores, están en continuo aumento. Actualmente se estima una prevalencia del 0.4%.

Esta enfermedad es mucho mas frecuente en las mujeres (10:1) y suele iniciarse entre los 12-25 años.

El paciente anoréxico asume continuamente que está muy gordo lo que lo provoca un intenso deseo de adelgazar. Al sentir un intenso miedo a engordar, algunos se embargan en programas de ejercicio vigoroso y otros toman laxantes después de comer, aunque sean cantidades minúsculas de comida. La continua degradación del organismo debida a la insuficiente alimentación puede ocasionar serias alteraciones de la salud, como la amenorrea, y puede ser fatal si no se toman las medidas adecuadas. Dado que esta enfermedad se considera de naturaleza física y psicológica, a menudo es necesario un abordaje multidisciplinario.

La terapia cognitiva-conductual incluye técnicas de autocontrol, psicoeducación, supervisión de la dieta, restructuración cognitiva y hipnoterapia, en particular esta última en los casos en los que la paciente ingiere laxantes y que se han mostrado altamente hipnotizables.

Cuenta Erickson uno de sus casos en Seminarios Didácticos:

"Una mujer me telefoneó desde Canadá y me dijo: "Yo soy médica y mi marido también; tenemos cinco hijos. La del medio, una chica de 14 años, está internada en el hospital, con anorexia nerviosa. El último mes perdió dos kilos y medio, está pesando treinta kilos. Mi marido y yo sabemos que muy pronto morirá de inanición. Ha sido alimentada por vía endovenosa, rectal, con sonda, se ha recurrido a la persuasión, nada parece hacerle bien". La anorexia nerviosa suele darse en chicas adolescentes, y también puede presentarse en hombres y mujeres adultos. Es una enfermedad, una enfermedad psicológica, en que la persona se identifica con Dios, con Jesús, con la Virgen María, con algún santo o con la religión en general, y voluntariamente se deja morir de hambre. Piensa que todo el alimento que necesita es una galleta y un vaso de agua.

Yo he visto en el hospital no menos de cincuenta casos fatales de anorexia nerviosa, pese a que los médicos hicieron todo lo posible, con toda la correcta dignidad médica y un correcto proceder profesional, para salvarles la vida. Recuerdo a una chica de 14 años que pesaba menos de treinta kilos y que llegó a sacarlo de sus casillas al director médico, al punto que su proceder con ella no fue el que corresponde a un profesional, para que la chica comiera y modificara su conducta, hizo que se desvistiera por completo y luego pidió a los que quisieran dar vueltas en torno de ella mirándola escrupulosamente; la chica se quedó ahí parada sin parpadear, sin sonrojarse siquiera, como si estuviera en medio de la oscuridad a cientos de kilómetros de cualquier ser vivo, y no se sentía molesta en absoluto. Estaba totalmente despreocupada. La relación emocional de estos pacientes con su familia... no sé cómo describirla. Son personas tranquilas, mansas. Nunca hacen nada incorrecto. Se disculpan por lo que les sucede, pero lo cierto es que no comen, y no se dan cuenta de que son pura piel y huesos. Es horrible mirar a una chica de 14 años, de estatura normal, que pese menos de treinta kilos; pero, en general, las principales asociaciones profesionales han mirado a otro lado, dejando morir a estos pacientes, a la par que los trataban con dignidad profesional y con la correcta cortesía. La madre había leído Terapia no convencional, esa obra de Jay Haley sobre mis técnicas, y me dijo: "Tanto mi marido como yo pensamos que si hay alguien que pueda salvar a mi hija, es usted". Yo le contesté: "Déjeme que lo piense, llámeme dentro de un par de días". Reflexioné sobre el asunto y cuando la madre volvió a telefonear le dije que me trajera a la chica a Phoenix. Fue así como vinieron la madre y Barbie. Esta era una chica muy bonita, inteligente, brillante, salvo que sólo comía una galleta y un vaso de gaseosa por día. Eso era todo. Comencé a hacerle preguntas a Barbie. Le pregunté el nombre de la calle en que vivía en Toronto, y la madre me lo dijo. Pregunté a Barbie el número de su casa en esa calle, y la madre me lo dijo. Pregunté a Barbie a qué escuela iba, y la madre me lo dijo. Pregunté a Barbie en qué calle quedaba la escuela, y la madre me lo dijo. Durante dos días dejé que eso continuara así, la madre respondiendo a todas mis preguntas. Al tercer día, la madre entró lamentándose: "Hace tres noches que duermo mal, porque Barbie pasa toda la noche gimoteando en voz baja, y no me deja conciliar el sueño". Me volví hacia Barbie y le inquirí: "¿Es cierto eso, Barbie?" La madre la miró, y Barbie respondió: "Sí, no sabía que no la dejaba dormir a mamá. Lo siento". Yo dije: "Mira, Barbie, no basta decir que lo sientes. Aunque tu intención no haya sido dejar dormir a tu madre, lo cierto es que ella no pudo dormir, y creo que debes ser castigada por no haberla dejado dormir". Barbie dijo: "Yo también lo creo". De modo que, en privado, le expliqué a la madre cómo debía castigarla: "Ráyele un huevo duro y déselo como castigo". La madre le hizo tragar a Barbie, como castigo, dos huevos duros. Ahora bien, Barbie pensaba que eso era un castigo, pero yo creo que su aparato digestivo pensaba que era comida. (Sonríe.) De este modo yo trastroqué su fisiología y Barbie cumplió de buen grado con el castigo. En las primeras dos semanas, Barbie recobró un kilo y medio, perdió medio kilo y lo volvió a recuperar. ¡Ah!, ese tercer día, cuando le expliqué a la madre cómo debía castigarla, en privado, le dije: "Cada vez que yo le hago una pregunta a Barbie la contesta usted. Por ejemplo, la última pregunta que le hacia respondía usted. Ahora bien, quiero que comprenda esto: si le hago una pregunta a Barbie, quiero que me la conteste Barbie. De ahora en adelante, señora, usted cerrará la boca". (Hace un vigoroso ademán con su mano izquierda.) ¿Pueden imaginarse el efecto emocional que tuvo en Barbie que un extraño le dijera a su madre que debía cerrar la boca? Porque eso tuvo que provocar una reacción emocional en Barbie, quien a partir de entonces vería a su madre bajo una luz emocional diferente totalmente cuando hablara con ella. Fue una dura lucha hasta que la madre aprendió a cerrar la boca cada vez que yo le hacía una pregunta a Barbie.

Mi tratamiento con Barbie consistió en contarle breves relatos, metáforas, historias de suspenso o intriga, narraciones aburridas. Le conté toda clase de pequeñas historias y relatos. Por ejemplo, le dije a Barbie que mi madre había nacido en una cabaña de troncos de súper lujo. Barbie procedía de una familia adinerada; nunca había visto o escuchado a ninguna persona cercana que hubiera nacido en una cabaña de troncos de súper-lujo. (Al grupo:) Aunque todos ustedes tienen formación universitaria, no creo que sepan lo que es una cabaña de troncos de súper-lujo. Una cabaña de troncos de súper-lujo es una cabaña cuyas cuatro paredes están hechas de troncos y el piso es de madera. Y luego le dije en tono triste a Barbie que yo también había nacido en una cabaña de troncos, pero una cabaña común y corriente. Fue en un campamento de mineros de las montañas de la Sierra Nevada. Tenía tres lados de troncos y el cuarto era la ladera de la montaña, y el piso era de tierra, y le conté que mi madre tenía una casa de comidas en ese campamento minero, y que el número de obreros que trabajaban en la mina cambiaba continuamente. Mi madre llegó allí procedente de Wisconsin. Mi padre era uno de los propietarios de la mina, y la invitó a que dejara Wisconsin y se fuera a Nevada, a hacerse cargo de la casa de comidas. Mi madre comprobó que su primera obligación era preparar el pedido de comestibles: sal, pimienta, canela, levadura, harina, unos cuantos kilos de orejones de manzanas, tasajo, todo lo que se necesita para seis meses, porque- el vendedor de comestibles iría en una carreta tirada por veinte mulas dos veces por año. Y cuando uno administra una casa de comidas, no se puede quedar sin provisiones..... Y Erickson le sigue contando historias a Barbie.

.... Ahora bien, la madre de Barbie se requetecansó de escucharme contar mis historias a su hija. Bob Pearson, un psiquiatra de Michigan, entró al final de la sesión, se sentó y dijo: "No tengo ganas de escuchar sus historias. Usted está paseando a esa pobre criatura por toda la gama de las emociones, una y otra vez. Como resultado de ello, yo estoy todo sudado". Yo le contesté: "Las emociones de esa chica necesitan ejercicio".

Erickson sigue refiriendo historias a Barbie, en presencia de la madre...

Yo no veía a Barbie todos los días. Un día le pedí a la madre que se pusiera de pie y le pregunté cuánto medía. Ella respondió: "Un metro sesenta y cinco". En realidad, creo que me estaba mintiendo. Tenía el aspecto de medir un metro setenta y tres. Cuando a ciertas mujeres se les hacen preguntas personales, suelen modificar las respuestas. Dijo que medía un metro sesenta y cinco, y yo pienso que medía un metro setenta y tres o un metro setenta y cinco, porque las mujeres suelen modificar las respuestas a las preguntas personales. Le pregunté luego cuánto pesaba. Me respondió muy orgullosa: "Cincuenta y nueve kilos, el mismo peso que tenía cuando me casé". (Hace un gesto de incredulidad.) "¿Cincuenta y nueve kilos? ¿Una mujer de cuarenta y cinco años, madre de cinco hijos... y sólo pesa cincuenta y nueve kilos?

¡Señora, con toda seriedad le digo que usted tiene muy poco peso! Tendría que pesar como mínimo sesenta y cinco kilos... más probablemente setenta o setenta y dos. Señora: usted está subalimentada y con poco peso... ¿y tuvo el tupé de traer a Barbie porque usted pensó que ella tenía poco peso? Barbie, quiero que vigiles que tu madre limpie el plato todos los días, en cada comida". Barbie dirigió a su madre una mirada nueva. "Y si no limpia el plato, quiero que me lo digas al día siguiente". Barbie aceptó el encargo. Un día me confesó: "Ayer me olvidé de decirle que anteayer mamá apartó en el almuerzo la mitad de su hamburguesa, la envolvió en una servilleta y se la guardó para comerla a medianoche". Le pregunté a la madre si eso era verdad. Enrojeció y me dijo que sí. "Señora", continué, "ha trasgredido mis órdenes y debe ser castigada. Voy a castigarla porque es una afrenta que me ha hecho. Y tú también, Barbie, me has hecho una afrenta. Tenías que habérmelo dicho ayer, pero no lo hiciste; esperaste hasta hoy. Así que las dos me han hecho una afrenta y voy a castigadas a ambas. Quiero que mañana a las nueve de la mañana se presenten ambas en mi cocina con una rebanada de pan y un poco de queso, un queso común norteamericano". Cuando llegaron, les hice sacar dos rebanadas de pan y untarlas con mucho queso; luego, hice que las pusieran en la tostadora para que el queso se derritiera, que las sacaran, las dieran vuelta y las untaran con otra gruesa capa de queso, y volvieran a tostarlas. Las hice comer hasta la última migaja de estos sándwiches de queso... o sándwiches de pan, muy nutritivos. Y fue un castigo. Luego las encaré diciéndoles: "No creo que ninguna de ustedes me tenga mucha simpatía. No creo que les guste la manera como las trato, así que me parece que ha llegado la hora de que decidan qué peso quieren tener para volver a casa". La madre decidió tener 62 kilos. "y tú Barbie, tal vez resolvieras tener 37 kilos; yo tal vez resolvería que tengas 43; podríamos partir la diferencia: 40 kilos". Barbie replicó: "37 kilos". "Muy bien", acoté yo, "puedes volver a casa cuando tengas 37 kilos, pero si durante el primer mes no aumentas dos kilos y medio, tu madre tendrá la orden de traerte de vuelta aquí como paciente mía todo el tiempo que yo quiera. Y no creo que eso te cause mucha gracia". De modo que tanto Barbie como su madre comenzaron a aumentar de peso. La madre se mantenía en contacto telefónico con su esposo.....

En este caso, Erickson utiliza un lenguaje agresivo para irritar a su paciente. Y sin embargo los médicos se comportan con tanta dignidad profesional, que tratan la anorexia nerviosa de una manera digna y "correcta", con medicación, alimentación endovenosa y por sonda, y el organismo rechaza toda comida.

 

REFERENCIAS

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