HOMBRES ILUSTRES

Thomas SYDENHAM (1624-1689)

Sydenham ha sido llamado el Hipócrates inglés, el Hipócrates de su siglo. En su epitafio se lee: "Medicus in omne aevum nobilis". No fue un erudito ni un escritor fecundo, sino tan solo un médico práctico.

Sydenham era hijo de un terrateniente. Comenzó sus estudios en Oxford, estudios que abandonó cuando estalló la guerra entre Carlos I, protector de Harvey, y Cromwell para alistarse en el ejército de los puritanos. El rey fue derrotado. Sydenham regresó a Oxford a estudiar medicina, lo que hizo con dificultad pues había olvidado casi totalmente el latín. A los 24 años de edad era bachiller en medicina, pero la guerra volvió a estallar y Sydenham de nuevo se incorporó al ejército del parlamento.

Al terminar la guerra , Sydenham se instaló como médico en Londres, en Westminster, con una formación deficiente y sin mayor entusiasmo, tanto poco que se presentó de candidato al parlamento. No tuvo éxito y entonces reconsideró la carrera de medicina. Se fue a Montpellier a completar su formación, y de allí regresó a Londres a los 37 años de edad para dedicarse a los pacientes, obteniendo la aprobación del Royal College of Physicians para ejercer la profesión. Sólo 16 años más tarde se doctoraría en Cambridge.

Sydenham se dedicó por entero a los enfermos. Era un seguidor de los preceptos baconianos, de manera que aquilataba su experiencia con todo tipo de observaciones hechas en su práctica. Y su interés se centró en qué eran las enfermedades, y para ello consideró necesaria la observación clínica desde la aparición de los síntomas hasta su desaparición, es decir, el conocimiento del curso natural de la enfermedad. Al aceptar la existencia de entidades morbosas, había que reconocer qué síntomas eran propios de tales, y qué síntomas eran atribuibles a peculiaridades del individuo enfermo. Y para lograr tal propósito había que ser muy buen observador, muy buen clínico.

Así nació el concepto ontológico de enfermedad como entidad morbosa abstracta pero abstraída de la observación real de los pacientes. Entidades, por lo tanto, que pueden estudiarse en los libros. Y la importancia de reconocer estas entidades estaba en la posibilidad de mejorar el tratamiento en lo posible con uno específico.

Sydenham describió el cuadro clínico de la gota, de la que él mismo padecía, y de diversas enfermedades epidémicas, así, de la viruela, disentería, sarampión, sífilis y de la corea menor, que también lleva su nombre. Además hizo aportes en la terapéutica: introdujo el hierro en el tratamiento de la anemia, utilizó la quina en el paludismo e ideó varios derivados opiáceos como el láudano que lleva su nombre.