Introducción 

Aunque desde inicios del siglo XX eran conocidas algunas sustancias con propiedades antimicrobianas como el calomelanos (derivado de mercurio, empleado en el tratamiento de la sífilis) o el salvarsán (derivado arseniacal descubierto por Erlich hacia 1909, también con actividad antitroponémica), la era moderna de la terapia antimicrobiana se inicia en 1935 cuando G. Dohmagk comunicó la acción antiestreptocócica del prontosil. Pronto se descubrió que el responsable de la acción antimicrobiana del prontosil era la p-aminobencenosulfonamida, un producto de biotransformación. 

Este descubrimiento condujo a la investigación sistemática de nuevas sulfonamidas o sulfamidas, síntetizándose varios cientos de moléculas, algunas de las cuales demostraron poseer un inmenso valor y siguen siendo una valiosa arma terapeútica a pesar de la introducción de los antibióticos. 

A partir del descubrimiento de la penicilina por Fleming en el cultivo de un hongo, se inicia la era de los antibióticos obtenidos a partir de fermentaciones de hongos en su mayoría estreptomyces. Entre 1950 y 1960 se realiza una investigación sistemática de campo buscándose hongos capaces de producir productos de antibióticos. Así, uno trás otro van apareciendo los antibióticos aminoglucósidos, las tetraciclinas, las cefalosporinas, la rifampicina y otros muchos productos de origen natural. 

En la década de los 60, los químicos médicos comienzan a modificar los antibióticos naturales buscando una mayor actividad y un espectro más amplio, la posibilidad de ser administrados por vía oral, una mejor biodisponibilidad y una mayor resistencia  a su desactivación por algunas enzimas bacterianas. Así comienza una carrera, que todavía no ha concluído, por conseguirse antibióticos semi-sintéticos más activos y más seguros, mientras que por su parte, las bacterias patógenas evolucionan desarrollando mecanismos de defensa frente a las nuevas moléculas. 

Los fármacos antibacterianos se encuentran entre los más importantes descubrimientos terapeúticos del siglo XX y han salvado millones de vidas cambiando el curso de enfermedades como la meningitis o la endocarditis bacteriana que eran fatales antes de su introducción. Son los fármacos más prescritos y más utilizados y, en consecuencia, el uso abusivo de los mismos ha conducido el aumento signiifcativo de las resistencia a los antibióticos, un problema de orden mundial.

Mecanismo de acción 

Aunque en la práctica el término de antibiótico se ha convertido en sinónimo de antimicrobiano, inicialmente se reservó para aquellos compuestos producidos por microorganismos (hongos). En realidad, los antimicrobianos se pueden clasificar en: 

  • antibióticos naturales: producidos por microorganismos (por ejemplo la penicilina)
  • antibióticos semi-sintéticos: disponen de un esqueleto producido por microorganismos y modificado por los químicos médicos (por ejemplo, la ampicilina)
  • quimioterápicos: son fármacos totalmente de síntesis creados en el laboratorio (por ejemplo, las sulfamidas)

Los antibióticos actúan sobre las bacterias interferiendo en alguno de los procesos metabólicos o reproductores de las mismas de una forma selectiva, es decir, actúan en procesos vitales de la bacteria que no lo son del huesped. Por ejemplo, los antibióticos b-lactámicos actúan sobre la pared bacteriana, una estructura que no está presente en las células de los mamíferos. Los aminoglucósidos interfieren con los ribosomas bacterianos que son diferentes de los ribosomas eucarióticos. De esta forma, los antibióticos son tóxicos para las bacterias pero totalmente inocuos para el hombre, poseyendo un amplio margen terapeútico (relación entre la dosis eficaz y la dosis tóxica). 

El lugar de actuación de los diferentes antimicrobianos en las bacterias se muestra en la figura 1